Cuando el Evangelista Lucas nos indica que “… el niño crecía y se fortalecía, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios era sobre él” (San Lucas 2:40) y lo comparamos con lo dicho por el Evangelio de San Juan 1:14; “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad”,  podemos ver un camino de crecimiento interior en este pequeño niño, quien, siendo Dios mismo, y teniendo absoluta certeza que “…en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad”(Colosenses 2:9), pese a ello, este pequeño “crecía y se fortalecía”. Tuvo que, en su naturaleza humana, aprender el manejo de las herramientas de carpintería de su padre, tuvo que aprender a convivir con los aldeanos que le rodeaban, tuvo que aprender la lectura y probablemente las operaciones básicas de la época, tuvo que crecer e ir llenándose de sabiduría pues la gracia de Dios estaba sobre él, hasta verlo, desde los ojos del Apóstol Juan, como un hombre lleno de Gracia y de Verdad, y cuya presencia concreta en cualquier lugar, irradiaba de una Gloria celestial.

El Plan de Fortalezas del Carácter intenta ocuparse del desarrollo del carácter de nuestros alumnos, formando a Cristo en sus corazones, su valores y principios, su manera de actuar en el mundo, y, sobre todo, el impacto de sus acciones. Este Plan pone a Cristo como el modelo de vida a seguir: “Y Cristo, en los días de su carne, ofreciendo ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que le podía librar de la muerte, fue oído a causa de su temor reverente. Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia; y habiendo sido perfeccionado, vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le obedecen…” (Hebreos 5:7 al 9), y día tras día crecía en sabiduría gradualmente, procurando las metas más elevadas y usando los medios más efectivos para lograrlas. “Pero la sabiduría que es de lo alto es primeramente pura, después pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, sin incertidumbre ni hipocresía. (Santiago 3:17). El niño Jesús fue creciendo en esta sabiduría llegando a ser lleno de ella.

El desarrollo de este niño era, por lo tanto, perfecto en todas las áreas de su vida: física, intelectual, moral y espiritual, porque desde los inicios de este camino se mantuvo ajeno al pecado y agradando a su Padre en todo, de ahí que se oye la voz desde el cielo diciendo: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo toda complacencia, a él oíd” (Mateo 3:17). En quién otro se podría encarnar el ideal del ser humano, sino en Jesucristo, “Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él. Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten; y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, él que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia; por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda plenitud, y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz” (Colosenses 1:16 al 23).

Este Plan tiene como protagonista a Jesucristo y busca formar en nuestros estudiantes el mayor potencial de su carácter en relación con los otros, consigo mismo y con sus propósitos de vida. Lo más consolador para nuestras vidas es que, “el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo”  (Filipenses 1:6).Así es que solo “Esfuérzate y pon mano a la obra”.