Esta reflexión es para entender que el Autor de la excelencia nos invita a acercarnos a Él, conducirnos en Él, y que el resultado será un trabajo con excelencia.
En nuestra sociedad vemos una competitividad muy grande; quien quiere ser mejor que el otro; y si no se logra alcanzar lugares de privilegio, se recurre a medios como la traición, amenazas u otros a fin de lograr el objetivo. Pues bien, si miramos la Santa Biblia, no nos dice que estas sean las formas; lo que dice es:
Esto quiere decir que es Dios quien dota de toda inteligencia, sabiduría, capacidad, habilidad para que la persona sea de excelencia en todo su quehacer.
Hay un personaje bíblico que es un gran ejemplo de la excelencia: Daniel. Él, junto a otros príncipes de Judá, fue sacado de su tierra y llevado cautivo a Babilonia, y que llama la atención su integridad, fidelidad y temor a Dios, no queriendo contaminarse con nada que le apartase de la comunión con Dios. Daniel entendió que manteniéndose en una plena dependencia de Dios junto a sus amigos, podría ser conducido por el camino de excelencia; el resultado que vemos es:
“Y el rey habló con ellos, y no fueron hallados entre todos ellos otros como Daniel, Ananías, Misael y Azarías; así, pues, estuvieron delante del rey. En todo asunto de sabiduría e inteligencia que el rey les consultó, los halló diez veces mejores que todos los magos y astrólogos que había en todo su reino.” (Daniel 1:19 y 20).
De acuerdo con lo escrito mas arriba, no debe quedar duda de como alcanzar la excelencia. Cuando se pide y es dada por Dios, hay un reconocimiento de nuestro trabajo; hay un reconocimiento por nuestro hablar; la persona es puesta en un lugar de honra; y si alguien manifiesta envidia, Dios es fiel para guardar y cuidar a los que andan en excelencia.
